Los esfuerzos de adaptación para ajustarse a un segundo matrimonio pueden provocar o exacerbar el Síndrome de Alienación Parental (PAS).
El progenitor que vuelve a casarse, el otro, el
adoptivo y el niño, cada uno de ellos pueden contribuir al problema. Las
fuerzas dinámicas subyacentes incluyen los celos, la herida en el ego, el deseo
de venganza, el deseo de borrar al ex cónyuge de la vida del hijo para
"hacerle hueco" al padrastro, los sentimientos de competitividad
entre el ex cónyuge y el padrastro, el nuevo intento de la pareja de unirse
frente a un enemigo común evitando el reconocimiento de conflictos en el
matrimonio, el intento del niño para resolver el conflicto interno y las
violaciones de los límites paterno filiales. Tratamos sobre estas
fuerzas y sugerimos el tratamiento para las mismas.
Los progenitores que se divorcian tratan
con frecuencia de minar el afecto del hijo por el otro progenitor. Cuando
tales esfuerzos se caracterizan por denigrar grave y reiteradamente al otro
padre, el hijo corre el riesgo de sufrir apartamiento del padre
denigrado. Gardner (1985-1998) introdujo el término "Síndrome
de Alienación Parental" (PAS) para describir este fenómeno.
El Síndrome de Alienación Parental tiene
un diagnóstico controvertido, en gran medida por el hecho de ser utilizado con
frecuencia en el litigio por la custodia. Los críticos argumentan
que los testimonios de PAS carecen de fundamentos científicos adecuados para
poder ser admitidos, que simplifica en exceso la etiología de los síntomas que
subsume, y que puede inducir a decisiones sobre la custodia que comprometan el
bienestar de los hijos. (Para una revisión de la literatura y el
análisis de la controversia, ver Warshak 1999a, 1999b).
No existe
controversia, sin embargo, sobre el hecho de que algunos niños sufren
ciertamente el alejamiento o alienación del otro progenitor tras el divorcio,
alejamiento que no tiene su base en la historia previa de las relaciones entre
el padre y el niño. Y que a menudo el otro progenitor contribuye al
alejamiento a través de una amplia gama de manipulaciones. Si el
niño sucumbe o no a estas manipulaciones y si, en tal caso, puede aplicarse el
diagnóstico de PAS para describir la perturbación que el niño sufre, hay
acuerdo en la literatura científica en el sentido de que está muy claro que
exponer al niño a la hostilidad no resuelta de sus padres le produce un gran
stress (Emery, 1982; Grych &Fincham, 1990; Kurdek & Berg, 1983; Shaw &
Emery, 1987). Cualquier cosa que uno pueda hacer por comprender las
circunstancias en que este fenómeno pueda darse y por entender las dinámicas
subyacentes, servirá para ayudar a la familia.
En la experiencia de Gardner, el Síndrome
de Alienación Parental se produce primariamente en el contexto de las disputas
por la custodia de un hijo. Algunos padres litigantes oponen la
alienación (el alejamiento del otro padre) como reacción a la amenaza de perder
la custodia, o en la esperanza de que las esperanzas que exprese su hijo le
ayudarán a prevalecer en la disputa por la custodia. Gardner
contempla la expresión de estas disputas mismas como los síntomas iniciales,
que serán revisados a medida que los médicos y los investigadores tengan más
experiencia sobre el PAS. Expandiendo el concepto de Gardner,
Carwright (1993) mostró que los desacuerdos financieros, así como otros
relativamente triviales, también pueden provocar PAS.
Este artículo pone en discusión otra
situación que a menudo se asocia al alejamiento injustificado de los niños
respecto a un padre. El matrimonio de un padre, subsiguiente al
divorcio (o a la ruptura, en el caso de padres no casados) puede generar o
intensificar las críticas destructivas de cualquier progenitor hacia el otro
(1). Las demandas para modificar los regímenes de custodia pueden a
veces verse acompañadas de este tipo de comportamientos. Incluso
cuando el objetivo es obtener la custodia, los vapuleos y las malas palabras
que se dan en el contexto de un nuevo matrimonio a menudo reflejan los
esfuerzos maladaptativos para ajustarse a la transición familiar. Este
artículo describe e ilustra algunas de estas dinámicas, y sugieren medios para
influir en ellas.
LOS CELOS Y LAS HERIDAS DEL EGO (NARCISISTAS).
Las relaciones cordiales tras el divorcio
no aíslan a los ex esposos de la tensión generada cuando uno de ellos encuentra
de nuevo el amor. Los pacientes a menudo se sorprenden de la
intensidad de su reacción a la noticia de que un ex esposo planea volverse a
casar. Tal vez pensaran que una eventualidad así no les llegaría a
afectar, pero en vez de eso, vuelven a re experimentar mucho del dolor y la
rabia que acompañó al divorcio. Aquellos que ignoraban mantener cualquier
vínculo emocional residual al ex esposo o que ignoraban albergar fantasías de
reconciliación tienen más probabilidades de tener dificultades en atajar los
celos y las heridas que el nuevo matrimonio inflige a su ego. Más
que el reconocimiento de la fuente de estos sentimientos que ellos estiman no
deseados o inapropiados, los que los padecen se aplican a utilizar una variada
gama de defensas.
Una maniobra muy recurrente consiste en
manifestar que la propia rabia surge de la preocupación sobre los trastornos
que el nuevo matrimonio puede causar a los hijos. Wilhelm Reich
(1949) llamó a esto un "motivo fingido". Los terapeutas
pueden reconocer este tipo de racionalización cuando un padre dice "no me
importa lo que ella quiera hacer con su vida. Pero mis hijos están
muy trastornados por todo . Si los niños no han venido mostrando
signos de tensión, hay considerables posibilidades de que el progenitor esté o
bien intentando racionalizar su propia angustia o bien proyectándola en los
niños y distorsionando su percepción sobre sus verdaderas reacciones.
Otra racionalización consiste en
manifestar que a uno no le afecta ese matrimonio en sí, sino el carácter
específico del padrastro, o su modo de relacionarse con los niños. El
Síndrome de Alienación Parental entra en juego cuando un padre canaliza los
indeseados, desagradables y confusos sentimientos desatados por el matrimonio
del ex- cónyuge en una despiadada denigración del ex-esposo y su nueva
pareja. Como Reich reconoció (1949), "el verdadero motivo es la
venganza de la pareja, robándole el placer del hijo" [p. 265]. "La
carencia de cualquier consideración hacia el niño se expresa en el hecho de que
el amor del niño por el otro miembro de la pareja no se tiene en cuenta en
absoluto" [p. 265].
Como sucede en la mayor parte de los casos
de racionalización, proyección y desplazamiento, facilitar la toma de
conciencia, la aceptación y la expresión adecuada de los sentimientos genuinos
pueden obviar la necesidad de la derivación destructiva. Los padres
deben ser ayudados a reconocer los sentimientos de vínculo residuales. Esto
será más sencillo si el terapeuta contempla genuinamente tales sentimientos
entre ex-esposos como algo normal. Los terapeutas que creen que
cualquier signo de conexión emocional entre los esposos india que la pareja
está evadiendo la realidad del divorcio y que no están "emocionalmente
divorciados" exacerbarán el problema (Warshak, 1992). Los
sentimientos de vínculo no crean el problema: el problema se da cuando tales
sentimientos no son asumidos y se reconducen a través de un comportamiento
destructivo. El terapeuta puede asistir a los padres en la respuesta
adecuada al nuevo matrimonio, invitándoles a imaginar como querrían que
reaccionara su antigua pareja a su propio anuncio de un nuevo matrimonio. Naturalmente,
cuando una campaña de denigración está arraigada sobre la creencia de que la
nueva pareja ha contribuido al divorcio, será aún más difícil sobre el
progenitor alienador rendir sus deseos de venganza.
- El deseo de eliminar la influencia del otro padre en la vida del hijo, para "hacerle hueco" al padrastro.
- Sentimientos de competitividad entre el ex esposo y el padrastro.
- Los intentos de la nueva pareja de unirse frente a un enemigo común.
Estas dinámicas se discutirán
separadamente por razones heurísticas. Pero está claro que no
son mutuamente excluyentes y que de hecho a menudo están
interrelacionadas. Tampoco agotan todas las posibles dinámicas vinculadas
al PAS que se producen en el seno de familias de nuevo matrimonio.
"ME GUSTARÍA QUE EL DESAPARECIERA".
Los progenitores que vuelven a casarse a
menudo creen que ahora es cuando tienen el contexto de familia perfecta en el
que criar a sus hijos. Pero una cosa cuestiona esta imagen: el
antiguo esposo. Muchas parejas de nuevo matrimonio albergan la
fantasía "Si tan sólo el ex desapareciera de escena..." Un
modo de contribuir a la realización de esta fantasía es interponer una cuña
entre los niños y el otro progenitor.
Un progenitor está tanto más predispuesto
a contemplar al padre como prescindible en aquellos casos en que el niño era
pequeño en el momento del divorcio, o cuando no se llegó al matrimonio y el
matrimonio con la segunda pareja sobreviene pronto tras la disolución del
vínculo anterior, sea cual fuere. En estos caos, cada padre tiene
pocas oportunidades de observar al niño junto a su ex pareja. Una
madre creería, de manera abstracta, que los niños merecen conocer a su
auténtico padre. Pero si ella no ha convivido mucho tiempo con el
padre y su hijo, no habrá experimentado de primera mano cómo su hijo se
beneficia del tiempo que pasa con su padre. Ciertamente, un niño de
un año no puede expresar cuanto desea estar con su padre.
Si un historial de interacción familiar
conjunta de madre, padre e hijo, es más difícil para la madre el apreciar el
papel del padre en la vida del niño. Cuando ella vuelve a contraer
matrimonio ella preferirá que tal historial familiar se centre en ella y su marido
actual. El padre es contemplado como un intruso.
Su
involucración complica la película. Esencialmente, la madre quisiera
fingir que su relación con el padre del niño nunca tuvo lugar. Cuando él
no acata este planteamiento, se le contempla como alguien que intenta torpedear
su segunda oportunidad de tener una familia feliz. Una mujer que
volvió a casarse dijo a su ex esposo: "mi hija tiene una madre
y un padre en su casa. No te necesita".
Hay gente que cree que cuanto menos tiempo
el hijo ha convivido con el padre, menos se pierde si el padrastro reemplaza al
padre. Hasta cierto punto, esto es así. En general, los
hijos más jóvenes tienen menos dificultades que los mayores para vincularse y
desarrollar una relación con un padrastro del tipo de las de un padre y un
hijo, y para beneficiarse de la involucración de un padrastro competente
involvement (Bowerman & Irish, 1962; Duberman, 1973; Hetherington,
Stanley-Hagan, & Anderson, 1989; Lutz, 983; Ransom, Schlesinger,
& Dercleyn, 1979). No obstante, no existe razón alguna para que
los hijos se vean obligados a elegir. Son capaces de mantener lazos
profundos con su padre y su padrastro a la vez.
Incluso cuando su hijo es tan joven que el
padrastro podría reemplazar adecuadamente al padre, una madre aún tiene razones
para promover la involucración del padre. Cuando el niño es sea
mayor puede desear conocer a su auténtico padre. Muchos niños sufren
intensos sentimientos de rechazo cuando un progenitor divorciado no ha
permanecido vinculado. Los niños y niñas que han perdido el contacto
con un padre tras un divorcio tienen más probabilidades de tener problemas en
sus relaciones interpersonales y menor autoestima (Biller, 1993; Hetherington,
1972). Los problemas de los niños pueden, por el contrario,
disminuir la calidad de sus relaciones con los progenitores custodios o con sus
padrastros.
Merece la pena considerar también lo que
ocurriría si el segundo matrimonio de la madre fracasase (algo nada improbable,
dado que los segundos matrimonios muestran tasas de divorcio mayores que los
primeros). En la mayor parte de estos casos los niños pierden todo
contacto con su antiguo padrastro, incluso cuando este ha sido una figura
central en su desarrollo (Brody, Neubaum, & Forehand, 1988). Mantener
un vínculo cercano con el padre es un buen seguro contra tal pérdida. Mucho
menos probable pero también posible, es la muerte o la incapacitación de la
madre. Una buena relación fuerte con su padre puede ayudar a estos
niños en tiempos difíciles. Un historial de alienación del padre no
haría más que agudizar la tragedia.
Un progenitor que simplemente no haya
considerado alguno de los puntos mencionados anteriormente puede beneficiarse
de una intervención en su educación, la cual es esencial para involucrar a la
nueva pareja, porque él o ella ejercerán probablemente mucha influencia en la
decisión última sobre el contacto del hijo con su otro progenitor.
Cuando el esfuerzo por eliminar al otro
padre de la vida del hijo refleja el deseo de negarse a la realidad de la
relación que generó al niño, el padre alienante debe ser ayudado a apreciar que
esta negación puede satisfacer sus deseos a corto plazo, pero a costa del
sacrificio del interés del hijo y, por tanto, del deseo a largo plazo del
propio alienante de criar a un hijo sano. Además, negar la antigua
relación limita la nueva relación matrimonial. El nuevo matrimonio
tendrá una base tanto más firme cuanto más asuman, más que eviten, los nuevos
esposos la existencia de una pareja anterior. Los terapeutas
debieran intentar facilitar la comunicación entre los esposos acerca de esos
pensamientos no expresados y de esos sentimientos hacia la antigua
pareja. Esto puede fomentar una reducción general de la ansiedad y
de la necesidad de eliminar al otro progenitor de la vida del hijo.
Si el progenitor que vuelve a contraer
matrimonio está genuinamente preocupado por el impacto que pueda tener sobre el
hijo el mantenimiento de una relación con el otro progenitor, estas ansiedades
deberán examinarse junto con todos los adultos involucrados. Cada
parte deberá reflexionar sobre aquello que él mismo y los demás pueden hacer
para reducir esta ansiedad. Por ejemplo, un padre puede proporcionar
una cierta indicación a la madre sobre en qué medida valora a su hijo, si le
describe algunas de las rutinas y actividades que comparten el padre y el
hijo. El objetivo es ayudar a la madre a ver la realidad de la
relación, proporcionándole una experiencia concreta de lo que destruiría si
lograra alienar al hijo del padre.
COMPITIENDO.
Los sentimientos de competencia hacia el
propio predecesor en materia de amor, sexo y matrimonio son normales. En
su forma atenuada, tales sentimientos no causan ningún problema. Pueden,
por el contrario, beneficiar a los niños, al motivar a un padrastro a hacerlo
lo mejor posible en su crianza. Los niños ganan en tal caso un
adulto adicional que protegen y prevén sus intereses.
Cuando los sentimientos de competitividad
son muy fuertes, sin embargo, el padrastro puede resentirse al tener que
compartir el afecto de los niños con el padre. Muchos factores
contribuyen a tal resentimiento. Un sentimiento general de baja
autoestima es uno de ellos. Esto puede quedar de manifiesto en una
actitud excesiva de competitividad reproducida en la mayoría de las
situaciones. Más específicamente, la duda de la propia valía como
padre puede estimular el deseo de probar la propia superioridad sobre el otro
padre. Visher y Visher (1979) describen como un hombre que siente
que ha fracasado como padre en su primer matrimonio puede abordar el segundo
como una oportunidad para compensar sus carencias anteriores. El
sentimiento de fracaso puede ser particularmente agudo si el padrastro no ha
mantenido una involucración regular y significativa con sus hijos
biológicos. Para algunos hombres, su reacción a estos sentimientos
de fracaso consiste en reemplazar al otro padre en el corazón del niño. Para
holgarlo, instigan o, al menos apoyan activamente las críticas destructivas
hacia el otro padre. El resultado puede ser la alienación del niño
respecto al objeto de las críticas.
Otra situación que exacerba los
sentimientos de competitividad se da cuando los padrastros no tienen hijos
propios y, por razón de decisión propia o de infertilidad, no prevén tenerlos
en el futuro. Esta dinámica, así como otros factores que subyacen el
exceso de competitividad, afectan a las madrastras tanto como a los padrastros.
Nelda y Ofelia eran amigas
inseparables. Pero Nelda se enredó con el marido de Ofelia,
casándose con él tras el subsiguiente divorcio. Nelda no tenía hijos
de su matrimonio anterior, y no podía tenerlos ya, ni quería adoptar un
niño. La hija de Ofelia era la única oportunidad de Nelda para ser
madre.
Sintiendo una intensa rivalidad respecto a
su "ex mejor amiga", Nelda presionó a su marido a mudarse
a otra ciudad, a cuatro kilómetros en coche y sin aeropuerto cercano. Al
mismo tiempo, a base de una excesiva autoindulgencia, promesas extravagantes,
malmetiendo sobre su madre y con la cooperación del padre, Nelda manipuló a su
hijastra para que esta pidiera vivir con ellos. Ofelia se resistió
inicialmente, pero su hija insistió en que realmente quería mudarse y que le
indignaba que su madre se lo estuviera poniendo difícil. En
contra de su mejor juicio y sin consejo legal, Ofelia sucumbió a la presión y
la dejó marchar.
Poco antes de las vacaciones de Navidad,
Ofelia recibió una carta de su hija. La niña escribió que no deseaba
verse obligada a ver a su madre durante las vacaciones de navidad. Su
padre y Nelda habían planeado un viaje a Disneylandia y ella se lo perdería si
pasaba las vacaciones con su madre. El vocabulario y la estructura
de las frases de la carta sugería claramente que, aunque se trataba de la letra
de su hija, la carta había sido compuesta por adultos. Una nota de
Nelda acompañaba esta carta. En su nota, Nelda se investía de
autoridad para exhortar a Ofelia a anteponer los intereses de su hija a los
suyos propios. Nelda instaba a Ofelia a permitirles establecerse
como una familia en lugar de presionar para mantener el contacto con su
hija. Ofelia tomó lo que consideró un autopista, y dejó que su hija
hiciera el viaje a Disneylandia en lugar de verse con ella.
Cuando se acercó la siguiente fecha en la
que Ofelia tenía previsto ver a su hija, el cumpleaños de esta, recibió otra
carta. En esta, su hija expresaba su resentimiento por lo que ahora
calificaba como una "visita forzada", añadiendo que, en lugar de ver
a su madre, deseaba pasar su cumpleaños con su familia. ¡Nelda y su
esposo habían triunfado en retorcer la mente de la niña para que dejara de
pensar en su madre como parte de su familia! Cuando el que suscribe
conoció a Ofelia ya hacía más de dos años que esta no había visto a su hija.
El error de Ofelia, muy frecuente entre
aquellos padres que son el objeto de la alienación, fue esperar demasiado antes
de actuar. Esto sucede generalmente cuando no se entienden
correctamente las dinámicas y el curso del PAS. Algunos padres, que
reconocen que sus niños han sido manipulados, aún encuentran difícil no tomarse
el rechazo de manera personal. Pueden responder con resentimiento y
rabia y devolver el rechazo a sus hijos. Otros padres esperan que la
paciencia tendrá sus frutos y que los niños retornaran al sentido común y
recuperarán espontáneamente sus sentimientos positivos.
Es muy importante que los padres objeto de
la alienación comprendan que la ausencia de contacto con sus hijos crea un
fértil habitad para mensajes envenenados, que arraigan y proliferan por encima
de los recuerdos positivos de la relación padre-hijos. Aísla a los
niños de la información y de aquellas experiencias que les podrían ayudar a
comprender contradiciendo la programación a la que han sido sometidos. Y
esto hace a los hijos más dependientes del padre que fomenta la alienación
(Clawar & Rivlin, 1991).
Algunos terapeutas contribuyen al proceso
recomendando posponer el contacto padres e hijos mientras que emprenden una
psicoterapia tradicional e individual con el niño. La esperanza
reside en que la terapia hará reemerger los sentimientos positivos del niño hacia
el padre alejado. Una situación análoga a la de recomendar que un
niño al que no le guste el colegio permanezca en casa hasta que la terapia para
que el niño venza su ansiedad surta efecto. Los terapeutas deberían
comprender que esta estrategia respecto al PAS tiene escasas posibilidades de
funcionar. Como apunta Lund (1995), "Si el contacto entre padre
e hijo se interrumpe, hay probabilidades de que se desarrolle un patrón
conforme al cual será difícil salvar la relación" (p. 314). No
hay en toda la literatura científica ni un sólo caso reportado de tratamiento
efectivo contra el PAS, desde los más severos hasta los más moderados, que no
pase por reforzar el contacto entre los hijos y el padre alejado (Clawar &
Rivlin, 1991; Dunne & Hedrick, 1994; Gardner, 1998; Lampel, 1986).
Si el padre alejado consulta al terapeuta
en las fases iniciales de PAS, la recomendación debe ser mantener el contacto
con los hijos, y trabajar para ayudar gradualmente a los niños a comprender las
manipulaciones a las que están sometidos y cómo contrarrestarlas. Cuando
se pasa consulta a padres como Ofelia, cuyos niños están resistiéndose a pasar
tiempo con elles o bien cuyo acceso está siendo restringido por el ex cónyuge,
los terapeutas deberían advertirles que el objetivo es restablecer el contacto
personal cara a cara de manera regular tan pronto como sea posible. La
intervención en las primeras fases es crucial. Como con todos los
casos de PAS y de otras perturbaciones emocionales, la intervención en las
fases tempranas son las que gozan de mejor probabilidad de triunfar. Cuanto
más se prolonga la alienación, más difícil resulta deshacer el daño. En
el caso de Ofelia, ninguna cosa menos efectiva que una orden judicial para
forzar su acceso a su hija podría empezar a resolver el problema.
Cuando se trabaja con padrastros
excesivamente competitivos, los terapeutas pueden intentar ayudarles a
comprender que pueden mantener importantes roles respecto al niño sin necesidad
de minar el vínculo de este con el otro padre. Puede ayudar a
fraguar el rol de un padrastro sano el hecho de destacar la habilidad para
apoyar con éxito la relación del hijo con el padre no custodio. El
tratamiento con resultados positivos ayudará al padrastro a aceptar su
competitividad y encontrar formas sanas de expresarla. Asimismo,
cualquier cosa que el terapeuta pueda hacer para ayudar a fortalecer el nuevo
matrimonio puede aminorar la necesidad del padrastro de competir con el padre
no residente. Si un padrastro tiene relaciones escasas o malas con
sus hijos biológicos de un matrimonio anterior, tomar medidas para mejorar
estas relaciones puede reducir el sentido de competitividad con el padre no
custodio de los hijastros.
La competencia puede ser
biunívoca. Tras el nuevo matrimonio, el antiguo esposo puede
apoyar las relaciones de los niños respecto a su padrastro. O él o
ella pueden intentar meter una cuña entre los niños y su nuevo padrastro o
madrastra. Cuando el ex esposo está aún soltero, él o ella pueden
temer que los niños preferirán el hogar con dos padres porque se aproxima más a
la familia intacta que se rompió con el divorcio. Estimulados por
estos miedos, el ex esposo puede intentar competir minando el sentido del amor
del niño y la seguridad del hogar del nuevo matrimonio.
A menudo, el padre no residente teme que
los niños amarán más al padrastro. Este miedo se ve exacerbado si el
niño comienza a usar términos similares a papá o mamá cuando se refieren a su
padrastro. Porque los niños más jóvenes son más propensos a buscar y
a aceptar una relación semi paterno filial con el padrastro, estando también
particularmente sometidos al riesgo de ser maltratados o sometidos al lavado de
cerebro por parte del padrastro o madrastra. Y también a ser
influenciados por una "programación" negativa a causa de su
sugestionabilidad incrementada (Ceci & Bruck, 1995). Por
ejemplo, un padre puede decirle a su pequeño hijo que su padrastro fue enviado
por Satanás. Incuso si el niño no lo cree, empieza a sentirse
incómodo en presencia de su padrastro.
Los niños mayores pueden sentir más
reserva inicial y resentimiento hacia un padrastro. En lugar de
ayudar a sus hijos a ajustarse en la transición, los ex esposos más
competitivos a menudo dan pábulo a los incipientes sentimientos negativos de
sus hijos respecto al padrastro o madrastra, utilizando estos sentimientos
puramente transitorios como un cimiento para una campaña de
alienación. Cuando se confrontan a sus manipulaciones, tales padres
responderán por regla general con alguna variante de "no puedo evitar lo
que mi hijo siente sobre su padrastro. Pero tampoco voy a impedirle
que exprese sus auténticos sentimientos".
Una madre con la que trabajé demostró cómo
los padres pueden poner los intereses de sus hijos por encima de sus
sentimientos de competitividad. Patty trabajó mucho resistiendo sus
fuertes impulsos a desacreditar a la madrastra de su hija Raquel. Con
una combinación de asistencia legal inadecuada, las convincentes mentiras de su
esposo y un veredicto judicial adverso, su vinculación con Raquel fue
dramáticamente limitada. Cuando su marido volvió a casarse, una
semana después del divorcio, delegó la mayor parte de la responsabilidad de
educar a Raquel a su nueva esposa. Patty, naturalmente se resintió
de que otra mujer estuviera criando a la hija que llevó dentro nueve meses y
cuidó cinco años. Su resentimiento actuó como filtro cuando evaluó
las habilidades maternas de la madrastra. Las críticas surgieron con
facilidad; a los pensamientos positivos sobre su rival les costaba abrirse
paso. Cuando Raquel se quejó a su madre del trato de la madrastra,
Patty sintió un placer secreto que en secreto mantuvo. Aunque sus
sentimientos de rivalidad se vieron gratificados, sabía que la madrastra estaba
haciendo mucho por Raquel. Y sabía que no beneficiaría a Raquel el
desarrollar una mala relación con su madrastra. De modo que Patty
escuchó las quejas de Raquel, pero no respondió con anhelo. En la
medida en que la niña estaba concernida, malmeter contra su madrastra no era lo
que su corazón maternal le dictaba. Patty estableció un inspirado
ejemplo de mujer cuyo amor por su hija superaba sus fuertes impulsos de
emprender la vía de la crítica destructiva.
Es fácil apreciar lo tentador que puede
ser para algunos progenitores el tratar de minar la relación de sus hijos con
sus padrastros o madrastras. Los terapeutas pueden ayudar a aliviar
la competencia destructiva destacando el profundo cimiento de vínculo que sigue
existiendo entre la mayoría de los padres y los niños y recordándoles las
muchas experiencias que cimentaron la relación. Se puede invitar a
los padres a considerar su propio historial de vínculo. En la mayor
parte de los casos, las nuevas relaciones de afecto no reemplazan los vínculos
anteriores. La mayoría retenemos nuestro amor por nuestros padres
independientemente de cuanta gente hayamos amado después. Sin
programación negativa, las nuevas relaciones de los niños no minarán por regla
general las ya existentes. Puede ayudar a los padres el hablar a otros
padres cuyos hijos han mantenido un fuerte amor por ellos incluso estando aún
vinculados positivamente con su padrastro o madrastra.
Los adultos que intentan la estrategia de
la alienación deben ser ayudados a comprender que instigar y apoyar el conflicto
entre los niños y un padre o un padrastro o madrastra no hará sino complicarles
la vida a aquellos. Lo que a su vez complicará la vida a todos los adultos
involucrados, ya que tendrán que afrontar el problema de unos niños infelices o
deprimidos, y a las secuelas de comportamiento asociadas e ello.
EL ENEMIGO COMÚN.
Las familias de segundo matrimonio son
frágiles. Los niños no escogen a sus padrastros. Y los
adultos no se casan para adquirir hijastros. Los niños simplemente
son parte del acuerdo. Lleva tiempo a una nueva familia para
conocerse los unos a los otros. Lleva tiempo sentirse como una
familia. ES incluso un reto mayor cuando cada adulto trae niños de
un matrimonio anterior. Sorprende poco que el divorcio sea tan común
en estos tipos de familias "mezcladas".
Una forma de fortalecer la cohesión
familiar es unirse en torno a un objetivo común. Desafortunadamente,
en algunas familias el malmeter y maltratar al progenitor no residente se
convierte en el objetivo. Este puede ser el aglutinante que mantenga
a la familia pegada, lo que dé la sensación de estar en el mismo equipo.
Aún más significativo, mientras todos
están poniendo al otro padre de hoja de perejil están evitando los sentimientos
negativos que suelen surgir inevitablemente entre ellos. En tanto
que su rabia se canaliza en las críticas del otro padre, se distraen a sí
mismos de los problemas de su flamante familia. Isaac (1986)
describe este proceso como deflectar los problemas de la nueva pareja a través
del padre alejado. El motivo es negar la presencia de conflicto en
la nueva relación. Así se protege la pareja de la ansiedad generada por la
amenaza de un nuevo divorcio. En algunas familias, la nueva pareja
se une a la campaña de denigración como medio de congraciarse a sí mismos con
el cónyuge. El mensaje es básicamente: "tus batallas
son mis batallas". Particularmente en las fases tempranas del
nuevo matrimonio, el nuevo cónyuge puede encontrar difícil tomar una postura
distinta de la de su pareja respecto al carácter del ex cónyuge y del
tratamiento que merece.
Hal Q. y su segunda esposa, Anette,
estuvieron mucho tiempo desacreditando a la primera esposa de Hal,
Melinda. Cuanto más lo hacían, más cerca se sentían el uno del
otro. Los hijos de Annette se unieron al coro de
denigraciones. El hijo de Hal, Tosh, no pudo resistirse a
participar. Al principio se sintió desleal respecto a su madre, pero
quería ser aceptado por la familia, y quejarse de su madre parecía ser el
precio de admisión.
Josh tenía otro motivo. En un
concurso entre su padre y su madre, Josh sintió que su padre tenía más
poder. Aunque no era consciente de ello, Josh temía que las críticas
de la familia se volvieran contra él si defendía a su madre. Como la
mayoría de la gente, Josh quería estar del lado del vencedor. No
estaba en posición de afrontar la marea de denuncias, así que se dejó llevar
por ella. Esencialmente, Josh seguía la estrategia de
"identificarse con el agresor", más conocida popularmente por
"si no puedes vencerlos, únete a ellos".
Unirse contra un enemigo común tiene una
debilidad fundamental. Cuando el enemigo es vencido, comienzan a
surgir los conflictos entre los antiguos aliados. Eso ocurrió en
este caso. Melinda finalmente se rindió en sus esfuerzos de
contrarrestar el descrédito y se mudó a otro estado. La familia
prácticamente no tiene contacto con ella. Han perdido a su enemigo
común. Poco más tarde, los conflictos en las relaciones de su propia
familia comenzaron a emerger. Habían estado presentes en todo
momento, pero se conseguían evitar haciendo a Melinda el objeto de toda su
hostilidad.
LA CONTRIBUCIÓN DE LOS NIÑOS AL PAS.
Una parte integral de la formulación de
Gardner del concepto de PAS es el hecho de que la perturbación proceda de una
combinación del lavado de cerebro de los progenitores y de la propia
contribución del niño. El comportamiento de Josh Q. es un buen
ejemplo. En el caso de un nuevo matrimonio, un niño puede unirse a la campaña
de denigración por varias razones. Como acabamos de mencionar, el
niño puede capitular ante la presión del grupo a cambio de alinearse con la
nueva familia. El niño también puede estar intentando reducir los
conflictos internos que experimenta como resultado del nuevo matrimonio. Tales
conflictos internos pueden estar relacionados con conflictos de lealtad o con
la dificultad para aceptar el matrimonio y al padrastro o la madrastra.
El niño que se siente atrapado entre dos
hogares puede intentar resolver el conflicto rindiendo plena pleitesía a uno de
ellos. Esta dinámica puede terminar en la alienación de uno de los
padres. Un niño con ansiedad o ira por el nuevo matrimonio puede
canalizar estos sentimientos a través de una denigración sin piedad del padre
que ha vuelto a casarse y de su nueva pareja, o la alienación del niño puede
expresar la decepción de los deseos de la reconciliación que han saltado en
pedazos con el nuevo matrimonio. La mayor parte de los hijos de un
divorcio albergan fuertes deseos de ver reconciliados a sus padres (Warshak
& Santrock, 1983). Sin considerar la motivación subyacente del
niño, si el padre favorecido acoge la pleitesía del niño o acepta pasivamente
el distanciamiento del niño respecto del otro progenitor y fracasa en promover
el afecto del niño por él, el niño puede acabar acogiéndose a esta solución
maladaptativa.
Un objetivo medular en la terapia con
niños alienados en familias de nuevo matrimonio consiste en ayudarles a
entender que ellos no tienen que escoger ningún bando. Podemos
intentar ayudarles a apreciar los beneficios de evitar alianzas poco saludables
en tanto trabajan unidos a los padres que apoyan este concepto.
FRONTERAS MAL DEFINIDAS.
Las dinámicas discutidas en este artículo
ayudan a explicar los impulsos que los padres pueden sentir para manipular las
relaciones con sus hijos. Pero un impulso no es una
acción. Los padres a menudo se inhiben ante los hijos antes
que actúan por impulso. Por ejemplo, no abofeteamos cada vez que nos
entran ganas. Y la mayoría de los padres divorciados atraviesan un
periodo en el que padecen impulsos crónicos a malmeter a sus ex cónyuges tanto
si los hijos están presentes como si no.
¿Qué es lo que incita entonces a buenos
padres a actuar por impulso en lugar de inhibir su comportamiento de igual modo
que inhiben otros que consideran destructivos para sus hijos? En
muchos casos, la respuesta es sencilla: no lo creen destructivo para
sus hijos. Muchos padres que malmenten están tan preocupados
hiriendo a sus ex cónyuges o a los nuevos padrastros que no consideran
simplemente el impacto sobre los hijos. Otros padres parecen incapaces de
reconocer que sus propios pensamientos y sentimientos pueden no estar acordes a
las necesidades de sus hijos. De modo que persiguen con
determinación ciega su objetivo de ningunear a sus ex cónyuges,
incluso cuando ello implica avergonzar a sus hijos, confundirlos, robarles o
atemorizarles. Tratándolos como cómplices de su campaña de
denigración, estos padres transgreden la frontera psicológica natural que existe
entre adultos y niños.
En familias con un historial de
violaciones de frontera inapropiadas, el PAS puede representar una continuación
de los patrones maladaptativos que se iniciaron anteriormente al divorcio y al
nuevo matrimonio. El tratamiento a estas familias es generalmente
más complicado, porque el PAS está enquistado en un largo enredo entre el padre
alienado y el hijo.
CONCLUSIÓN
Este artículo ha presentado algunas de las
dinámicas que se encuentran a menudo cuando el PAS se da en el contexto de los
segundos matrimonios. Se ha mostrado como el PAS puede surgir en
familias de nuevo matrimonio a partir de motivaciones diferentes a las
preocupaciones relativas a la custodia. Reconociendo el potencial
del PAS, los terapeutas que pasan consulta con familias de nuevo matrimonio
pueden tener una mejor posición a la hora de prevenir o aliviar la
perturbación. Se debe insistir en la importancia de una intervención
temprana y de mantener el acceso entre los padres no custodios y los hijos, en
tanto que se remite al tratamiento paralelo de las dinámicas de PAS en el curso
de sesiones de terapia. Como en otras perturbaciones emocionales, la
intervención en las fases tempranas tienen más probabilidades de concluir con
éxito. Del mismo modo, trabajar con estas familias tiene pocas
garantías de éxito sin el apoyo de la justicia fortaleciendo el acceso entre el
padre no custodio y el hijo, y proporcionando una motivación externa
a las partes para someterse al tratamiento.
NOTA ACLARATORIA:
(1) El proceso comienza
generalmente antes del nuevo matrimonio, frecuentemente cuando el antiguo
cónyuge conoce por primera vez la relación. También en algunos
casos, aunque raros, el nuevo matrimonio contribuye a aliviar el PAS; este
fenómeno queda fuera del tratamiento de este artículo.
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