En
vacaciones, los padres separados aprovechan para estrechar lazos con sus hijos.
No obstante, los especialistas aconsejan mantener el vínculo durante todo el
año para evitar malas experiencias.
Cada
verano o periodo vacacional, la historia se repite. Un mes con papá, y otro con
mamá. Suele ser lo habitual en caso de divorcio cuando llegan las vacaciones.
Pero no tiene por qué ser más difícil. Simplemente, diferente. Ahí está Jaime
de Marichalar, que hace unos días se le veía la mar de feliz con sus hijos,
Felipe Juan Froilán y Victoria Federica, de visita en la Alhambra y de descanso
en Marbella. Como él, muchos padres aprovechan el verano para acercarse más a
sus hijos, a los que, el resto del año, apenas ven dos o tres días a la semana.
«Es una buena época para compartir más tiempo juntos y mejorar la comunicación
entre ambos, pero no tiene que ser algo excepcional», considera la psicóloga
Isabel Menéndez, a favor del contacto permanente, no sólo en verano. Esto
evitará el caos.
«Las
vacaciones no deben ser un problema si todo va bien. Si los padres tienen una
buena relación hay menos posibilidades de que el que no vive con el niño se
estrese y el pequeño se desborde», aconseja la psicoterapeuta de familia y
directora del gabinete Personal y Mente, Charo Lobato, para quien la falta de
comunicación y las malas relaciones a lo que lleva es a que padre e hijo se
conviertan en extraños. «No se debe quedar en un mes, porque eso crea unas
ilusiones y un apego traumático», añade.
Según
su experiencia, Antonio Manuel Sánchez puede atestiguar que la mayoría de los
progenitores trata de no perder el vínculo. «Intentan pedir las vacaciones en sus
empresas de forma que coincidan con las de sus hijos», asegura este comercial
miembro de la Asociación de Padres de Familia de Málaga. Él se separó en 2005,
y nunca ha querido perder el contacto con su hijo desde entonces. «Si no podía
verlo, lo llamaba por teléfono», recuerda. Ahora, el niño tiene nueve años y
vive con él en custodia compartida. ¿El verano? «No hace falta gastar mucho ni
ir a Eurodisney», dice. Con ver una película, jugar juntos o ir a la playa
«también podemos divertirnos mucho».
No
obstante, como indica Carlos Ferrís, responsable del portal
www.viajarenfamilia.net, «existen ofertas para familias monoparentales no solo
por el tipo de habitación sino por las actividades en las que se fomenta el
contacto de padres». Al fin y al cabo, de lo que se trata es de que los
chavales no echen de menos a ninguno de los progenitores, estén donde estén.
«Un hijo no se debe quedar huérfano porque los padres se separen», advierte
Lobato. No en vano, como añade la psicoterapeuta, «la separación la tienen que
notar los padres, no los hijos».
Sólo informarles.
Por
eso conviene no prepararles de forma especial cuando llega la hora de cambiar
de casa. Según Isabel Menéndez, «más que prepararles viene bien informarles de
lo que va a pasar, dónde van a ir, con quién, si van a poder jugar con otros
niños, etc.». Si se les advierte demasiado, los más pequeños pueden
inquietarse. Otra cosa son los adolescentes, a los que «conviene tener en
cuenta», recomienda la psicóloga. A partir de estas edades, lo mejor es respetar
sus decisiones y sus preferencias a la hora de distribuir las casas.
Eso
sí, siempre sin perder el norte. «Aunque en vacaciones todo es más relajado,
siempre son necesarios algunos límites», sostiene Menéndez. Y es que los hijos
mimados no son precisamente una especie en extinción. Especialmente, si los
padres son divorciados. Y eso que no es nada recomendable. «Consintiéndolos,
los padres lo único que hacen es intentar paliar su culpa», considera la
psicóloga.
Llega
un momento en el que los propios padres se dan cuenta. «No debe estar contigo
porque lo estés premiando», apunta Antonio Manuel Sánchez. Ángeles Luque, sin
embargo, intenta dejar siempre con buen sabor de boca a sus hijos cuando están
con ella. Esta funcionaria malagueña se divorció hace dos años y tiene la
custodia compartida de sus dos hijos, de cinco y siete años, por eso no
escatima en detalles cuando está con ellos. «Si no, preferirán al padre antes
que a mí», asegura Luque, que el pasado verano disfrutó unos días con los
pequeños y su familia en Cabo de Gata y éste ha sido el primero que se ha
marchado sola con ellos. Hace un par de semanas, estuvieron juntos en un
complejo turístico de Valencia. «Tuvimos que coger avión y todo, pero ha
merecido la pena», comenta esta madre malagueña, que ahora tiene otra pareja.
No
es el caso de Luque, pero a menudo ocurre que los hijos se resisten a ir con
alguno de los cónyuges porque no les gusta su nuevo compañero/a sentimental.
«En lugar de pelearse con él, conviene armarse de paciencia y mostrarle al niño
que, pase lo que pase, en ningún momento será rechazado», propone Menéndez.
Visita incluida
Por
eso, es importante no perder el vínculo. Incluso, durante el tiempo que
comparte el niño con uno de los progenitores, no sería mala opción que el otro
le hiciera algún día una visita. «Siempre hay que pensar en los hijos, y no
diseñar las vacaciones para comodidad de los padres», sostiene Lobato. Lo que
suele ocurrir es que la madre -que generalmente se queda con la custodia- no
delega. «Hay que olvidarse de los rencores y dejarle sitio al otro, separando
la relación de pareja de la paternal o maternal», añade.
Una
de las claves es que los padres se respalden mutuamente. «Deberían mantener una
relación cordial que les permita ponerse de acuerdo a la hora de imponer unas
normas de educación uniformes; los niños pueden aprovecharse de esas
confusiones», puntualiza Lobato. Así, lo ideal sería que ambos estuvieran al
tanto de todo lo que concierne a los hijos: si tiene que hacer deberes, si no
quiere comer, si últimamente se orina en la cama...
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