viernes, 27 de diciembre de 2013

LA CONVERSACIÓN QUE TIENES QUE TENER CON TUS HIJOS

¿Os acordáis de esa charla íntima que tuvisteis con vuestro hijo? ¿Esa en la que le dijisteis: "Te quiero y necesito que sepas que independientemente de cómo vista o actúe una mujer, no es una invitación para que le silbes, te rías de ella, la acoses o la asaltes"?

¿O de cuando le dijiste que "la virginidad de una mujer no es un premio y acostarte con una mujer no te da puntos"?

¿Qué tal esa conversación en la que compartiste con él el conocimiento legal de que "no hace falta que una mujer forcejee y ni que el hombre la reduzca para que se considere VIOLACIÓN. Y que Intoxicación significa que no puede dar su consentimiento legal, NO que sea un objetivo fácil"?

O quizás recuerdes haber compartido mi favorita: "Tus experiencias sexuales no determinan cuánto vales, igual que las experiencias sexuales de una mujer no determinan cuánto vale ella".

Por último, pero no por eso menos importante, ¿recuerdas haberle dado un toque a tu hijo cuando descubriste que estaba usando la palabra "puta" así porque sí? ¿O cuando le oíste hablar de una chica del colegio más como una conquista que como una persona?

Me gustaría que pensases en estas conversaciones y que te preguntes por qué no las recuerdas. La razón más probable es que no hayan ocurrido. De hecho, la mayoría de los padres no las han tenido.

En cambio, aquí hay otras que seguro que sí recuerdas. Te doy una pista: seguramente no las tuviste con tus hijos.
"Ten cuidado con cómo te vistes y cómo actúas. Es muy fácil ganarse una mala reputación".

"Los chicos son como son; no puedes darles ninguna excusa para que se porten así contigo".

"¡Tienes que tener cuidado! Cuando te vistes así, alguna gente lo ve como una invitación".

"Nunca salgas sola. Nunca andes sola de noche. Nunca bebas nada que no hayas visto abrir o servir".

Estas son las charlas más frecuentes de padres que se preocupan como tú. Surgen del cariño, de la preocupación, pero sobre todo, de un adoctrinamiento cultural patas arriba que daña, oprime y castiga a las chicas jóvenes.

El adoctrinamiento cultural del que hablo funciona más o menos así: es responsabilidad de una joven asegurarse de no ser violada, asaltada, agobiada, acosada y abusada, porque los chicos son chicos y algunos no pueden reprimirse.

Como autora de temas sobre salud sexual he hablado con muchos padres que son conscientes de esta retorcida realidad, pero no saben qué hacer al respecto.
"Es injusto y es horrible", me admitió una madre, "pero eso no cambia el hecho de que es cierto. No cambia el hecho de que hay hombres perversos ahí fuera que actúan mal. Tengo que ayudar a mi hija a protegerse".

Echemos un vistazo a estos "hombres perversos", de dónde vienen y quién demonios les educó.

La respuesta, desafortunadamente, es TÚ.

Tenemos demasiada información como para seguir culpando al hombre anónimo que acecha en las sombras. Tenemos más datos de los que hacen falta para concluir que la mayoría de los abusadores no son otros, son colegas, compañeros de clase y exnovios y amigos.

Son chicos a los que seguramente tu hija conoce y con los que interactúa. No puedes construir un muro alrededor de ella para aislarla de esos hombres; ya están ahí.

No espero que te alegres por estas noticias. Dudo incluso que muchos lo acepten. Quiero dejar claro que no estoy diciendo que todos los jóvenes sean violadores o irrespetuosos con las mujeres. Y por supuesto no estoy diciendo que todos los chicos tengan predisposición a ser así.

Lo que digo es esto: vivimos en una cultura que enjuicia a las víctimas con preguntas como "bueno, ¿cómo ibas vestida?" y "¿cuánto habías bebido?" Vivimos en una cultura en la que una madre, preocupada por educar a sus hijos para que "actúen honorablemente",responsabiliza a las mujeres de que los hombres las traten como objetos. Vivimos en una cultura en la que un juez rebaja la sentencia de 30 días a un violador porque su víctima de 14 años era "mayor de su edad cronológica". Vivimos en una cultura que relega en las mujeres y las jóvenes la responsabilidad no ser violada, en lugar de esperar y exigir a los jóvenes y a los hombres que sean responsables de no violar.

Tu hijo está madurando en esta cultura con esos mensajes a su alrededor. Quizás le hayas criado en un hogar que ha perpetuado esa cultura sin querer o quizás le hayas educado en un hogar con valores que contrasten con esa cultura. La pregunta más importante es: ¿Alguna vez le has dicho que no se crea lo que impone esa cultura? ¿Le has dicho que esa cultura es inaceptable y EQUIVOCADA? ¿Has mantenido con él alguna de las conversaciones que mencionaba antes?

Cuando tienes la charla de "evita que te violen" con tu hija es difícil porque no quieres imaginártela como víctima. La idea de tener la conversación de "no violes" con tu hijo es más difícil aún porque no quieres imaginártelo como un delincuente.
  • Hazlo igualmente.
  • Halzo porque muchos padres han pensado que no hacía falta y mucha gente ha sufrido por ello.
  • Hazlo porque quieres a tu hijo y quieres que tenga un futuro brillante.
  • Hazlo porque no hacerlo es irresponsable.
  • Hazlo por tu hija o por tus sobrinas o por las jóvenes en general porque mientras esta conversación en particular puede ser aterradora, la realidad aún más aterradora es que a las chicas jóvenes siguen enseñándoles a vivir con miedo a los hombres.


Eso es lo que haces cuando tienes la charla de "que no te violen". Le estás diciendo que siempre sospeche, que pase el resto de su vida vigilando por el rabillo del ojo, le estás diciendo que cualquier hombre es un depredador en potencia.

"PERO ES CIERTO", puedes pensar. "Todas esas cosas son ciertas".

Y no te equivocas. El abuso sexual está muy presente hoy en día: 1 de entre 4 ó 5 estudiantes universitarias serán asaltadas sexualmente antes de que terminen la carrera.

Pero los abusos sexuales siguen ocurriendo a pesar de las charlas que los padres tienen con sus hijas. Parece que el enfoque de "evita que te violen" no es una estrategia de éxito para cambiar esta pandemia. De hecho, es contraproducente porque perpetúa una cultura en la que los hombres no sienten ninguna responsabilidad.

Por suerte, tienes las herramientas para cambiar estos crímenes. Puedes proteger a tu hija y a otras chicas como ella.

Y puedes hacerlo desde tu propio salón.

Todo lo que tienes que hacer es hablar con tu hijo.



lunes, 23 de diciembre de 2013

TRES COSAS QUE LAS NIÑAS NECESITAN DE SUS PADRES

Una niña necesita el apoyo de su padre en su incipiente desarrollo sexual, pues le ayudará a entender aspectos relevantes que servirán para modelar su visión del mundo y el lugar que ocupa en él. Tú puedes influir en su nivel de autoestima y de aceptación de su propio cuerpo; además, eres el encargado de mostrarle, mediante tu comportamiento, la manera en que un chico o un hombre debe tratarla.

Aunque es verdad que los padres sólo quieren lo mejor para sus hijas, les repele la simple idea de hacer de guías en el paso en que sus retoños dejan de ser niñas para convertirse en mujeres. Parece que les da entre vergüenza y pena. Es como si cerrando los ojos muy fuerte pudieran evitar que sucediera. Y entonces es cuando dicen eso de "ve a preguntárselo a tu madre".

Este es exactamente el tipo de respuesta que pido a los padres que reconsideren. Resulta que sus hijas los necesitan de verdad.

Nos referimos a que los sudores fríos ante esas cuestiones con tal de evitar ese tipo de conversaciones no son las reacciones más adecuadas si quieres ayudar a tu hija a sentirse bien con su cuerpo y a tener confianza en sí misma. Y puede que eso implique tener que enseñar a tu pequeña el nombre preciso de las partes del cuerpo durante la hora del baño, además de explicarle en qué consiste la menstruación o las conductas sexuales a medida que va haciéndose mayor.

Los padres no hacen una mueca de desagrado cuando están orgullosos o contentos con sus hijas, y eso las niñas también lo entienden. Cuando estamos orgullosos de ellas, lo demostramos con una sonrisa, y hasta se nos llenan los ojos de lágrimas. Por tanto, cuando se te nota que estás incómodo con la sexualidad de tu hija, inconscientemente le estás haciendo creer que la sexualidad es algo que hay temer, o que se debe evitar. Directa o indirectamente, le estás enseñando que no quieres implicarte en una parte de su vida, lo que probablemente aumentará la distancia entre vosotros. Nada de esto mejorará su autoestima o ni le hará sentir que la quieres de forma incondicional.

Cuando los hombres expresan sus miedos por la sexualidad de sus hijas, suelen decir algo como: "Creo que debería meterla en un convento, porque sé cómo son los hombres". Pero, si el problema es que los padres saben cómo son los hombres, la solución no es hacer que las niñas lo paguen con su reclusión. La solución es educar a los niños en el respeto a las niñas y a la mujer.

De este modo, debemos ser más conscientes de lo que supone la sexualidad de los niños desde que son pequeños. Siempre pensamos que la socialización sexual de nuestros hijos e hijas comienza en la adolescencia, pero en realidad empieza mucho antes. Voy a poner como ejemplo unos casos típicos en los que se ve claramente cómo varía nuestra actitud con respecto a la sexualidad masculina o femenina.

Primer caso: Cuando mi hija era todavía un bebé e íbamos al parque a jugar, era muy normal ver a un adulto acercarse a la madre de un niño mono (de acuerdo con los estándares sociales) y decirle con una gran sonrisa: "¡De mayor va a ser un rompecorazones!"

Con este comentario se pone de manifiesto la idea cultural por la que se espera que ese niño deje a su paso una hilera de mujeres infelices desde su adolescencia. Él las amará y luego las abandonará, rompiendo corazones por doquier. Y lo peor es que no se dice como una crítica, sino como una celebración de su sexualidad masculina, como si la capacidad de romper corazones fuese algo de lo que estar orgulloso.

Segundo escenario: Igual de normal sería que en ese mismo parque un adulto se acercara a la mamá de una niña mona (de acuerdo con los estándares sociales) y le dijera con una gran sonrisa: "¡Qué niña tan guapa! Yo que tú la tendría encerrada hasta los 30".

De nuevo, de este comentario se desprende fácilmente la idea cultural de que esa niña tendrá que aceptar el ser vista como una víctima sexual en potencia, que deberá tener cuidado, y que estará mejor si no sale de casa. Y esto tampoco se dice con tristeza, sino que es una celebración de la censura, del poder arrebatar a esa niña su sexualidad.

Esta es la versión light de la infancia, pero, que sepas que tu hija tendrá que enfrentarse a esta clase de mensajes durante toda su vida. Si quieres ver un ejemplo real de la versión más dura, puedes echar un vistazo al artículo de Soraya Chemaly en el que relata su batalla para lograr que Facebook suprima el contenido que trivializa o estimula la violencia contra las mujeres.

Tu hija necesita saber el valor de su sexualidad, para que de un comentario aparentemente inocuo en un parque no se llegue al extremo más violento en el que las violaciones forman parte de la normalidad. Encerrarla hasta los 30 no va a ayudarla. Mostrarle tu estima es lo que le ayudará a combatir las presiones a las que tendrá que enfrentarse. No obstante, también quiero señalar que no todo gira en torno a su seguridad. Si se da cuenta de que tú la valoras, ella tendrá confianza en sí misma y lo tendrá más claro cuando vaya a tomar decisiones que afecten a su felicidad personal.

Aquí tienes tres cosas que tu hija necesita de ti, y que harán de ella una mujer feliz y con autoestima:


1. Necesita que respetes su cuerpo y sus capacidades


No evites usar las palabras precisas para nombrar sus partes del cuerpo cuando es pequeña. A menudo oigo por ahí que los niños son demasiado jóvenes para conocer términos tan "propios de adultos". Pero no son términos de adultos, sino de anatomía. Esto hace que se conozcan mejor a sí mismas, y también que se sientan mejor. Un estudio publicado en Gender and Psychoanalysis descubrió que las niñas menores de 5 años suelen escuchar más la palabra "pene" que cualquier palabra específica para nombrar sus propios genitales. No es justo. Si para hablar de su codo no dices "eso de ahí", no tienes por qué referirte a su vulva con la expresión "ahí abajo". Cuando haces eso, estás estigmatizando una parte de su cuerpo y dificultando aún más que se sienta orgullosa y dueña de sí misma. Si no tienes muy clara la terminología anatómica, dedica un par de minutos a informarte sobre el tema en Google. El cuerpo de tu hija merece algo de tu tiempo.

Cuando crezca un poco más, no trates de eludir las conversaciones sobre la menstruación y, si no entiendes bien cómo funciona, apréndete la lección antes de que llegue el momento para que puedas responder a cualquier pregunta que te haga. Recuerda que si no fuera por la menstruación, no habrías tenido a tu hija. Si a lo largo de su niñez ya le habéis hablado sobre el tema, luego no se sentirá incómoda con ello. Y si, por casualidad, un día te pide que te acerques al supermercado a por unos tampones, es mejor que te comportes con normalidad y que le preguntes de qué tipo los quiere. Así, con total naturalidad.


2. Necesita sentir tu cercanía


No huyas despavorido cuando empiece a madurar sexualmente. Creo que la explicación de este fenómeno paternal tan común se basa en la simplicidad de la visión de los hombres cuando se trata de observar la sexualidad de las mujeres, pues, como suele decir el actor Billy Crystal, "las mujeres necesitan una razón para tener sexo; los hombres sólo necesitan un lugar". Es por este motivo por el que los padres pueden sentirse incómodos al ver cómo su preciosa niñita va convirtiéndose en una mujer con curvas.

Ten en cuenta que ese es el cuerpo con el que tu hija va a quedarse para el resto de su vida. Y ella tiene que saber que tú siempre vas a estar ahí para lo que necesite; si le das la espalda, creerá que ha hecho algo mal. Puede llegar a pensar que ese proceso de distanciamiento es algo natural e inevitable. Tu hija no va a ser una niña para siempre, así que no la pongas inconscientemente en la tesitura de tener que elegir entre su sexualidad y tu amor. A veces las chicas también tienen miedo de que su padre las juzgue por su actividad sexual. Cuando ocurre esto, además de debilitar vuestros lazos, puede que en sus relaciones futuras siga experimentando un sentimiento de culpa y vergüenza. Es muy difícil tener confianza plena en uno mismo cuando sientes que te están juzgando o que no eres lo suficiente para tus padres. Como padre, tú tienes el poder de asegurarle que tu amor es inalterable, y que no tendrá que elegir entre tu amor y su propia madurez.


3. Tú eres el modelo que le muestra cómo tienen que tratarla los demás hombres


Independientemente de su orientación sexual, tu hija vivirá rodeada de hombres. Presta atención a la manera en que te diriges a ella y a la forma en que hablas de las mujeres. Ten cuidado cuando hables a tus hijos sobre chicas y asegúrate de que utilizan un lenguaje apropiado. El tono que emplees en casa puede afectar positiva o negativamente en su percepción sobre el trato recibido por parte del sexo opuesto.

Y en este trato respetuoso tiene que incluirse tu valoración sobre el hecho de que su sexualidad no sólo consiste en los peligros de las enfermedades de transmisión sexual, de los embarazos no deseados y de la violencia sexual. Merece la pena que le hables sobre el deseo, sobre la atracción, sobre las complejidades de las relaciones románticas y sobre las decisiones difíciles. Ofrécele tu apoyo y tu ayuda, pero ten en cuenta también que debe sentirse libre para seguir su propio camino y hacer caso a lo que le dicte su cabeza y su corazón.

Una de las cosas que más dicen las hijas sobre sus padres es que les gustaría que fuesen más comunicativos. Por tanto, es mejor que corras algún riesgo por tu hija y que dejes la puerta abierta a las conversaciones sobre temas sexuales. No te preocupes si te pones nervioso; hazte a la idea. Cuéntale que no te educaron para sentirse cómodo con este tipo de cuestiones, pero que vas a superarlo porque no quieres que ella se vea en la misma situación y que, ante todo, lo más importante es su bienestar y su felicidad. A ella no le importará que titubees al principio. Se dará cuenta de que entender su sexualidad es una parte esencial en su vida y que debe sentirse cómoda con su cuerpo y orgullosa de él.

Tiene que entender que merece ser tratada con respeto y que para ti, que eres el primer hombre de su vida, es un honor dejar el listón bien alto.


Fuente: http://www.huffingtonpost.es/joyce-mcfadden/3-cosas-que-las-ninas-necesitan_b_4464889.html?utm_hp_ref=spain

MIEDO A EDUCAR

Estamos en una época un tanto confusa. Parece que lo ocurrido a principios del siglo pasado aun esté reciente. La guerra civil aun colea en España, aunque realmente quede lejos en el tiempo. A nivel educativo nos afecta mucho, la palabra clave en este sentido es REPRESIÓN. Durante aquella época y durante muchos años después, el país estaba sumido en una era de represión (cultural, educativa, social, sexual,…). Ahora vemos esa represión con miedo, como el “coco” que nos decían nuestras madres de pequeños que vendría a por nosotros si no nos dormíamos… La palabra “represión” es el “coco” de hoy en día.

Hemos llegado a un efecto péndulo, de la época en la que todo estaba prohibido, hemos pasado a una época en la que TODO VALE, lo que está es PROHIBIDO PROHIBIR. Las familias y las escuelas tienen MIEDO A EDUCAR, miedo a que cualquier acción educativa que llevemos a cabo pueda parecer represión. En esta forma de pensar absolutista del “todo o nada”, es muy difícil educar.

Los padres tienen miedo de prohibirle cosas a sus hijos por MIEDO a PARECER malos padres. Los maestros tienen miedo de ser severos por MIEDO a PARECER maestros “chapados a la antigua” (con la respectiva reprimenda de los padres). Estos actos, que no son otra cosa de no cumplir con nuestras responsabilidades, tanto como padres o como docentes, son puros actos de egoísmo y de apariencia. En esta sociedad, tan “fan” de etiquetar, nuestro mayor objetivo es que no nos etiqueten, ni como malos padres, ni como “profes changos”, ni como nada que pueda dañar nuestra imagen. Pero, como digo, es un acto de egoísmo, porqué sólo pensamos en nosotros. No pensamos en nuestros hijos, en nuestros alumnos,… que son los verdaderos damnificados en toda esta situación.

Estamos creando futuras generaciones de jóvenes autodependientes. Cada vez es más normal ver a jóvenes que van a repartir CV con su madre, o jóvenes que incluso acuden a las entrevistas de trabajo acompañados de sus padres. Resulta paradójico que en la sociedad de la información, la sociedad de la competitividad, haya más desempleo que nunca. Los docentes están mucho más preparados que antes, ya no existen analfabetos prácticamente, los jóvenes se preparan mucho más, tienen varias carreras, masters, hablan idiomas, dominan las nuevas tecnologías, etc. Pero les faltan muchas otras capacidades, que se dejan de lado tanto en la escuela como en casa: el ESFUERZO, el SACRIFICIO, el VALORAR LAS COSAS, el VALERSE POR UNO MISMO, etc.

El otro día me ocurrió una cosa que me hizo reflexionar y que, realmente, me hizo pensar en esta entrada del blog. Actualmente estoy entrenando a un equipo infantil de fútbol. Con ellos aplico todo lo que aprendí como jugador y todo lo que sigo aprendiendo como pedagogo cada día. De hecho, en una entrevista que me hicieron para un periódico local a principio de temporada me preguntaban por cuáles eran mis objetivos de cara a la temporada. Mi respuesta sorprendió tanto al periodista que tuve que explicársela. Simplemente dije que mi objetivo es que los chavales aprendieran una serie de VALORES que les servirían para toda su carrera futbolística, pero también para su vida. A principio de temporada, en la primera charla con los chavales, les planteamos una serie de 10 valores que les repetimos cada semana. Esa lista al final la aprenderán, y no por repetición, sino porqué cada vez que con una acción están demostrando uno de esos valores, se la reforzamos. Y reflexionamos con ellos. Es muy satisfactorio cuando uno de ellos te dice: “Miste, esto es compañerismo ¿verdad?”.

Bueno, a lo que iba… Resulta que el sábado tras el partido, recibo por la tarde una llamada de una madre, “¿Qué es lo que pasa con mi hijo?” me dice, yo preocupado por si se había lesionado o algo. Pero no, que su hijo le ha dicho que tenemos algo contra él y que por eso no ha jugado las 2 últimas semanas. Me hizo mucha gracia, con calma le expliqué que no pasaba nada con su hijo y que cuando demostrara que se ESFUERZA por jugar, volvería a jugar. La cuestión es que pensé en cuando yo era pequeño, yo he jugado al fútbol federado desde los 6 años, y JAMÁS se me hubiera ocurrido decirle a mi madre que el entrenador no me pone. De hecho, los padres de mi época no eran como los de ahora, que hacen los deberes con sus hijos, les acompañan a entrenar, les llevan a cada partido,… Supongo que aquí entra la APARIENCIA de la que os hablaba antes. No creo que estos padres sean “mejores” que mis padres. Mis padres ni siquiera sabían si yo jugaba al fútbol o no. Sabían que no estaba haciendo nada malo y que a mi hora estaba en casa para comer después del partido. De hecho, he jugado toda mi vida al fútbol en equipos de 1ª y 2ª regional, preferente y en 3ª División, y mi madre sólo ha venido a verme una vez, y mi padre creo que dos.

El ejemplo del fútbol vale para cualquier otra circunstancia de la vida de nuestros hijos. Esa sobreprotección, el estar todo el día pendientes de ellos, el no TOLERAR sus enfados o sus llantos, todas esas actitudes no nos hacen mejores padres, mejores maestros, mejores entrenadores,… Simplemente les hace a ellos peores. Niños que no llegan a desarrollar todas sus capacidades y que cargarán con ese déficit durante el resto de sus vidas.

No tengamos MIEDO A EDUCAR. No tengamos MIEDO A LO QUE DIRÁN OTROS PADRES DE NOSOTROS. No tengamos MIEDO A PENSAR QUE NUESTROS HIJOS NO NOS QUERRÁN. Pensad en vuestra infancia, en el ESPACIO que nos daban nuestros padres, en ese ESPACIO que después nos pedirán nuestros hijos cuando sean adolescentes. Hay frases que yo escuchaba antes y ahora no las escucho:
  • Una buena bronca a tiempo siempre viene bien.
  • Ningún niño se muere de llorar.
  • Si te han castigado (o has suspendido), algo habrás hecho tú.
  • Eso no es nada.
  • Si te has metido en eso, ahora sales tú solito.


En definitiva, no tengamos MIEDO A EDUCAR, a cumplir con nuestras obligaciones. Los únicos que pierden con la falta de AUTORIDAD y RESPETO, son nuestros hijos.

Fuente: http://pedagoliver.blogspot.com.es/2012/11/miedo-educar.html


sábado, 21 de diciembre de 2013

LOS PELIGROS DEL MAL LLAMADO SÍNDROME DE ALIENACIÓN PARENTAL.

José Enrique Bernal Menéndez.
Abogado de Familia.

Hace unos meses la prensa local se hacía eco de la sentencia dictada por un Juzgado de Primera Instancia de la provincia de Málaga que había retirado la guarda y custodia de un hijo a su madre y se la había conferido al padre porque aquélla había inducido al menor a negarse a relacionarse con su progenitor, lo que hizo que desarrollara el llamando síndrome de alienación parental, acordándose por el Tribunal que, para solucionar esta anormal situación, debía procederse -en consonancia con lo aconsejado por los profesionales de la Psicología que intervinieron en dicho procedimiento- a separar al menor de su madre, evitar los contactos con ella, entregárselo al progenitor con el que el menor no quería estar y, si ello no daba resultados, ingresar al niño en un centro adecuado, tal cual se produce con la desprogramación de los miembros de una secta.

El contenido de la resolución judicial, que supongo habrá sido objeto de recurso ante el Tribunal Superior, se basa en la concurrencia al caso que se enjuiciaba del llamado Síndrome de Alineación Parental (SAP) que, pese a no estar reconocido como tal por ninguna asociación profesional ni científica, y ha sido rechazada expresamente su inclusión en el DSM IV y por la OMS ante la falta de evidencia científica que lo avale, fue desarrollado en 1.985 por el profesor de Psiquiatría Clínica del departamento de Psiquiatría Infantil de la Universidad de Columbia, Richard Gardner que lo definió como un trastorno que se produce en el marco de las rupturas familiares caracterizado por un conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos mediante diferentes estrategias tendentes a impedir, obstaculizar o destruir los vínculos con el otro padre o madre y que tiene como resultado efectivo la ausencia y suspensión de los contactos entre el menor y este progenitor.

Entiendo que la aparición del S.A.P., la popularidad del mismo entre algunos profesionales de la Psicología y la aplicación a la resolución de conflictos familiares con hijos por parte de determinados órganos judiciales no es más que un ataque (a veces inconsciente) a la línea de flotación de la nueva regulación legal y conciencia social de la lucha contra la violencia de género. Y ello es así, porque la mayoría de las veces, los progenitores que denuncian ante el Juzgado que debe resolver el proceso de separación o divorcio la concurrencia del mentado síndrome tratan de explicar la negativa de sus hijos e hijas a verlos, relacionarse y estar con ellos en que la madre les ha lavado el cerebro, han sido previamente condenados como autores de delitos de violencia de género o fueron denunciados por abusos sexuales a sus propios hijos. Y sólo de esta manera, reclamando el derecho a relacionarse con sus hijos (paradójicamente en un gran porcentaje de los casos no abonan la pensión alimenticia fijada a favor de los mismos), tratan de mantener viva la situación de dominación y de control a la que han sometido a su pareja durante años, culpando a las mujeres de los miedos o angustias razonables de los hijos hacia su padre violento.

Una reciente sentencia de la Audiencia Provincial de Vizcaya, al analizar un caso donde se denunciaba a la madre como autora del mal llamado síndrome de alienación parental por oponerse al régimen de relaciones padre-hijos, ha venido a poner el dedo en la llaga de tan enojosa cuestión, afirmando, por un lado, que el S.A.P. no tiene evidencia científica que lo avale y, por ello, ha sido rechazado por las más importantes Asociaciones Científicas, y, por otro, coincidiendo con solventes profesionales de la Medicina y Salud Mental, ha señalado que la ideología que sustenta el S.A.P. es abiertamente pedófila y sexista, constituyéndose como un peligroso instrumento pseudo-científico que está generando situaciones de riesgo para los niños y las niñas, generando una involución de derechos para éstos y sus madres.

En contra de la explicación que dan los defensores del SAP al rechazo de los hijos a ver y estar con sus padres en el marco de un proceso de familia e insistimos que sin un proceso científico reconocido, la causa más probable de que un niño o una niña rechacen a un progenitor suele ser la propia conducta de ese progenitor, experimentando rechazo sobre el autor de estos abusos. Etiquetas como este síndrome sólo están contribuyendo a desviar la atención sobre el conjunto de factores diversos –entre los que no se puede olvidar la estructura patriarcal de la familia que ha generado, en muchos casos, la existencia de violencia en el núcleo familiar- que llevan a que los hijos no quieran contactos con el progenitor, concluyéndose que lo único que consigue el llamado SAP es culpabilizar a las madres y a las mujeres de las conductas “anormales” de sus hijos. Los niños y niñas no son marionetas de los adultos, tienen derecho a expresar lo que sienten y que, además, estos sentimientos sean considerado por los Tribunales que tienen que resolver sobre su custodia y visitas y que, además, no son mentirosos por naturaleza, como parece sugerir el SAP

En conclusión, en palabras del profesor Jorge Corsi, el SAP no es un concepto neutro, sino que se halla atravesado por dos de los grandes sistemas de creencias que caracterizan el orden patriarcal: el sexismo y el adultismo, entendiendo éste como aquel sistema de creencias que, introduciendo una estructura rígida de jerarquías entre adultos y niños/as, consideran a éstos y éstas, como objetos de adiestramiento y no como sujetos de derecho.

Fuente: http://www.lexfamily.es/revista_portada.php?cte=&codigo=404

"LOS AFECTADOS POR ALIENACIÓN PARENTAL SE SIENTEN CULPABLES"

La subcomisión de Igualdad del Congreso que ha evaluado la ley de Violencia de Género ha sido rotunda con el síndrome de alienación parental (SAP): no existe. Pero ayer mismo la adjunta al Defensor del Menor, Carmen González, aseguraba que "la realidad es que hay manipulaciones". El debate está abierto, tal como se refleja en El síndrome de alienación parental, 80 preguntas y respuestas (Viena Ediciones), que acaba de publicar Domènec Luengo, doctor en Psicología, especialista en trastornos de ansiedad y profesor del ICE de la Universitat de Barcelona, en colaboración con Arantxa Coca.

La OMS no reconoce el SAP. 

No la incluye como patología clínica, pero muchos profesionales vemos diariamente a niños que responden a sus efectos.


Ahora que ya cuentan con estudios de adultos que pasaron por esa alienación parental ¿puede saberse qué alteraciones sufrirán esos niños de adultos?

Hay uno muy curioso: el vacío existencial. Perciben una infancia robada. Suele haber un componente depresivo y en su memoria emocional queda el sentimiento de que fueron usados, segregados por uno de los progenitores a los que, a menudo, no vieron más. Intentan recuperar tiempo perdido y tienen un enorme sentimiento de culpabilidad. 


¿Intentan recuperar esa relación perdida con su progenitor? 

A veces. Buscan el perdón aunque se les diga que ellos, como niños, nunca tuvieron la culpa. Pero suele ser infructuoso porque la persona que encuentran ya no es la que dejaron. 


Parece que el creador del síndrome, R. Gardner, fue un suje-to de quien lo más bonito que se ha dicho es que era misógino, paidófilo y estaba obsesionado por perjudicar a las mujeres. 

Deberíamos ir más allá del estigma del personaje y distinguir entre lo que fue una biografía perversa, desequilibrada, del primer investigador del SAP de lo que luego ha sido el conocimiento del fenómeno. 


Tan alienador puede ser un padre como una madre. 

Claro, el problema es que nos topamos con la realidad histórica: en la mayoría de los casos las custodias se han dado a las madres. Los niños están con ellas muchas más horas, luego su influencia es, casi siempre, más determinante. No es un problema de género sino de estadística. Pero a medida que se avanza hacia una custodia compartida el tema del SAP deriva en una barbaridad, no se puede entender. En Alemania, por ejemplo, si surge un caso se quedan extrañadísimos. 


El tercer nivel de SAP deriva en fobia al progenitor. 

Ese nivel, para que sea SAP de verdad, implica la exclusión del progenitor. Para estar en él ya se debe haber producido una situación fóbica en el niño con ataque de pánico incluido o grandes pataletas en el intercambio. Hay casos donde ni siquiera los Mossos se atreven a intervenir. 


¿Cuándo surge la alerta que denota que hay que consultar a un profesional? 

El día en que el niño, al visitar al otro progenitor, se muestra distanciado. Cuando se nota que hay una devaluación de la figura de alguien que hasta entonces había sido querido, referenciado y necesitado. Y cuando usan palabras inducidas. Esas frases que sabes que alguien le ha repetido. De pronto te habla del juez o la hipoteca con cuatro añitos. El funcionamiento del SAP se parece mucho al de una secta. 


¿Qué le dices a tu hijo del progenitor que os aliena? 

No queda más remedio que tener clase. No te pongas a su altura. No grites, no amenaces. Encajar sin resignación, que nunca le quede al otro un argumento. 


¿Cuál es la edad más peligrosa para el niño? 

Entre los 8 y los 12 años porque es cuando inicia el pensamiento concreto. 


¿Qué pruebas les hacen? 

Muy sutiles. Se trabaja con dibujos, situaciones análogas, muñecos con rol, preguntas tangenciales. Todo eso es más fiable que pasar test a los progenitores, que contestan lo que quieren. 


¿La intuición funciona? 

Uno de los signos más evidentes del alienador es el pensamiento absoluto: no tiene matiz, compacta su teoría y cierra todas las posibilidades. Y siempre es el que se resiste a ir al psicólogo. 


¿Con quién se alía el niño? 

Desgraciadamente, demasiadas veces con el alienador, que, a su vez, puede ser victimista o autoritario. 


Lo peor de su libro es que dice que para el SAP no hay solución. 

No, no hay. Bueno, hay una. Es la tecnificación de los jueces. El juez de familia debe saber mucho más que repartir coches, casas y alimentación. Tiene que controlar afectos. Y eso, mayoritariamente, no lo hace.

Leer más: http://www.lavanguardia.com/vida/20091111/53821097290/los-afectados-por-alienacion-parental-se-sienten-culpables.html#ixzz2o3lfK4Wq