Cada vez más hombres colaboran en las tareas domésticas. Asumen la corresponsabilidad y algunos, incluso, se convierten en amos de casa.
En España son unos 445.200. Una dinámica creciente avivada al calor de la crisis.
SERGIO DELGADO SALMADOR
El reloj marca las ocho y cuarto de la mañana, pero ni el sueño ni el
gélido aire matutino de Madrid parecen afectar a Pedro Caballero y sus tres
hijos de seis, ocho y 10 años. En el más absoluto de los silencios, los
pequeños caminan uniformados junto a su padre hacia el coche. Cada día, desde
que decidió dejar su trabajo voluntariamente hace cuatro años, este madrileño
de 42 años se encarga de llevar a sus niños al colegio y del resto de labores
del hogar. Como él, cada vez más hombres no solo colaboran en las tareas
domésticas, sino que asumen el peso de los quehaceres de sus viviendas al
convertirse en amos de casa.
La adaptación a su nuevo trabajo no fue, sin embargo, un camino de rosas
para él ni para otros varones. En muchos casos reconocen que nunca o pocas
veces se habían enfrentado a las tareas de casa. Ignoraban cómo gestionar sus
hogares, algo que esos hombres achacan a la mentalidad de una época pasada y la
falta de curiosidad por aprender. “Ahora lo valoro más porque lo veo desde el otro
lado de la barrera, veo la importancia que tiene. No es algo baladí. Es una
labor a tener en cuenta y a apreciar”. Ante este escenario, Caballero creó una página web que
publicita incansablemente para orientar a los
amos de casa noveles. En ella aparecen consejos y recomendaciones que abarcan
desde asuntos del hogar, viajes o trucos como no llorar al cortar una cebolla.
El objetivo, explica, es guiar y concienciar al mismo tiempo a aquellos que se
atrevan a trabajar en la empresa de su hogar. “Quiero trasladar mis
experiencias para que el sector masculino y otras personas vean que no es malo,
que no es una enfermedad. Al principio no hay un libro que te enseñe esto.
Primero te apoyas en tu mujer y tu madre, aunque luego indagué también en
Internet, leí libros… Y así surgen tus primeros pinitos en cocina”, recuerda
Caballero mientras prepara unas lentejas.
En los últimos siete años, desde el comienzo de la crisis económica, el
número de hombres inactivos dedicados a las tareas domésticas ha crecido desde
los 290.300 en 2007 hasta los 445.200 actuales. Este año la cifra se ha elevado
en un 22%. Por el contrario, la dinámica entre las mujeres se invierte:
4.722.200 se encontraban hace siete años en esta situación, mientras que ahora
se ha reducido a 3.760.400, según datos del Instituto Nacional de Estadística
(INE). “La proporción de hombres sigue siendo escasa, aunque se ha producido un
aumento. A la hora de abandonar el trabajo para dedicarse a las tareas del
hogar continúa primando que el mejor remunerado mantenga el puesto. Y este es
el hombre”, lamenta José Manuel Blasco, miembro del gabinete de prensa de la
Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (Ahige). De forma
complementaria a estos datos, sociólogos como Inés Alberdi remiten a la Encuesta
de Empleo del Tiempo del INE. Este estudio actualizado en febrero de
2013 sostiene que los hombres dedican una media diaria de unas 2,5 horas al
hogar y la familia, mientras que las mujeres emplean dos horas más, aunque esta
diferencia ha disminuido en 41 minutos en la última década. “Tradicionalmente
había un reparto de papeles en el que las mujeres se encargaban de las personas
dependientes –hijos, enfermos, mayores, etcétera– y los hombres se
responsabilizaban de conseguir fondos económicos. Pero este modelo está
quebrando y ya nadie defiende los roles diferenciales”, apunta la catedrática
de sociología en la Universidad Complutense de Madrid y experta en relaciones
de género.
Más allá de la atípica opción de Caballero, el modelo de hombre que más
adeptos gana para ocuparse de su casa es el de aquellos que solicitan una
jornada intensiva o la reducción
de jornada que se ha ampliado del medio millón
en 2007 a 711.000, según el INE. Uno de ellos se llama Miguel Fuentes, un
enfermero de 40 años que hizo de la necesidad virtud. Su turno de noche le
obligó a aprovechar las horas en las que su mujer trabajaba por la mañana y
parte de la tarde. La decisión de quedarse en casa sorprende habitualmente,
según varios amos de casa. Rechazan que se les rechace, aunque subrayan que
recaban mayor apoyo y comprensión en el sector femenino. “A mí no me resulta
tan raro pero tengo amigos que ni se acercan a la cocina. Les llamo con cariño
macho alfa. Prefieren pagar o recurrir a madres y suegras. No lo piensan
asumir, es una negación”, defiende al otro lado del teléfono, “los que no
llevan los asuntos domésticos te dicen: ‘¡Qué mal te lo has montado!”.
Los recortes sociales –la eliminación de becas comedor, acceso a guarderías
o centros de mayores- han contribuido en este proceso. Según Alberdi, la crisis
ha hecho recaer el cuidado de los dependientes sobre las delicadas economías
familiares y ha obligado a algunos hombres parados a encargarse de la vivienda.
Se trata de varones con difícil reinserción en el mercado laboral que, en
ocasiones, provienen del sector de la construcción. Una solución pragmática,
para que entre dinero en casa. “Al principio me incomodaba, te ves como un
trapo, que no vales. Ser amo de casa te hace sentir útil. Hago de todo, menos
planchar, que es imposible, y así no pienso. El problema es empezar a pensar”,
espeta Miguel Ángel Saldaña (29 años), exconductor de los servicios de la
Unidad de Vigilancia Intesiva de Toledo.
Este madrileño se mueve por casa con unas zapatillas de andar por casa
azules a rayas en sintonía con la luminosa cocina azul y blanca, pero no con el
delantal burdeos de su página web. “Este es mi traje de faena, ¡mi traje de
luces!”, bromea haciendo publicidad de nuevo. Él se siente cómodo en su papel.
Lejos queda la ropa desteñida y encogida o los arroces tan densos que se
cortaban con un cuchillo para sorpresa de sus hijos. Algunos amos de casa no
cierran las puertas a volver a trabajar fuera de sus cuatro paredes, pero
Caballero no se imagina otra profesión mientras la economía lo permita. “No lo
dejaría. Creo que estoy forjando algo que va a dejar huella en mi familia. Es
positivo, incluso terapéutico. Muchos necesitan ser amos de casa una temporada para
limar desavenencias con su pareja”.
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