El drama de muchos padres divorciados La ley española apoya a las mujeres
en los procesos de divorcio en la inmensa mayoría de las ocasiones. Justa en
unos casos, en otros provoca el quebranto económico y sentimental en los
hombres, y traumas y desafectos en los hijos.
Mi hija mediana ha estado seis años sin verme. Su madre la ganó para su
causa y las pocas veces que hemos hablado por teléfono no ha parado de
insultarme. Si intentaba provocar un encuentro “fortuito” en la calle, al verme
se cambiaba de acera. Con apenas 14 años una jueza le dijo que no tenía la
obligación de pasar tiempo conmigo. Y la niña lo llevó a rajatabla obligada por
la terrible presión de mi familia política. Esto es lo que más me ha dolido.
Los acuerdos económicos, a pesar de la sangría que me han supuesto, me preocupan
menos. Pedí la custodia compartida no solo por satisfacción personal, sino por
la propia salud mental de mis hijos. Al irme de casa cometí un error
estratégico de cara a la justicia, que apoya a la mujer de manera
incondicional. Pero los hijos se quedan sin padre.
Pedro, 50 años, arquitecto, tres vástagos, lleva media docena de pleitos en
diez años en los que ha salido trasquilado. Siempre con la misma jueza, «una mujer que se ha mostrado muy agresiva
conmigo y que no ha permitido que mi abogado le hiciera preguntas a mi ex
mujer». La factura: 9.000 euros al mes (3.000 por cada uno de los hijos),
más una pensión compensatoria para la madre, más la hipoteca del piso donde
viven ellos (300 metros cuadrados en un barrio exclusivo de Madrid), más gastos
extra (pago de cursos, ordenadores, etcétera)... Y así hasta que los chicos
sean independientes económicamente (hay referencias en jurisprudencia que
hablan de los 25 años de edad como límite). «Estoy
en la quiebra. Y quince familias dependen de mi estudio de arquitectura. Nos
hemos bajado todos el sueldo un 40 por 100 para no tener que echar a nadie».
A los diez años de comenzar la pesadilla, con la crisis económica mostrándole
la guadaña, a Pedro no le quedó más remedio que intentar revisar a la baja el
acuerdo de divorcio. Nueva derrota. Recibió una orden de embargo por los
atrasos en las cuotas. Cifra inicial: 90.000 euros. Llegaron a un acuerdo de
50.000. Pero su ex cambió de opinión en el último momento y le pidió 10.000
más. «Firmé. ¿Qué otra cosa podía hacer?
Estoy agotado. Si tuviera 25 años menos me encadenaría en una farola de la
Puerta del Sol... Por lo menos he recuperado la confianza de mi hija. Acaba de
contarme que ha tenido que ir al psiquiatra porque la ha dejado el novio».
No ha lugar
La mayoría de los procesos de divorcio en España resulta favorable a las
mujeres (en nuestro país se rompen cada año 50.000 parejas con hijos). Sin duda
abundan los casos en que los hombres se llevan su merecido, pero en otros el
peso de la ley convierte en «padres
fantasma» a quienes fueron ejemplares en esta misión. Además del quebranto
económico, los hay que sufren la ausencia y el desafecto de sus hijos. Nuestro
Código Civil es, en esencia, el que se aprobó en 1889, y recoge la tradición
jurídica española en Derecho privado: muchos conceptos romanos y de Alfonso X
el Sabio. «En materia de familia el
espíritu continúa siendo patriarcal y decimonónico, y no se corresponde con la
realidad actual», nos comenta un abogado matrimonialista. «Se percibe a la mujer como la parte débil
del conflicto, la que tiene más carga familiar. Y, por tanto, como la más
capacitada para ostentar la custodia. No creo que haya una persecución de los
hombres como punto de partida. Eso sí, los jueces son refractarios al cambio;
simplemente, aplican una legislación que no es justa y que priva a los padres
de tener influencia en la educación y desarrollo personal de sus hijos. En el
mejor de los casos podrán verlos cuatro días al mes (los fines de semana que
les correspondan) y alguna tarde a la salida del colegio. Hasta hace poco
existían las pensiones compensatorias vitalicias. Ahora, mujeres de éxito
profesional y dinero exprimen a sus ex maridos hasta donde pueden».
«Me echó en cara que
trabajaba mucho», confiesa Juan, taxista, dos hijos, 14 horas al día en el tajo. «Así que en 2006 recibí una demanda de
divorcio. Previamente había puesto a nuestra hija en mi contra y me había
cogido las llaves del coche para acceder a un listado de ingresos y gastos que
guardo en la guantera. Me exigió 1.200 euros mensuales para manutención de los
niños. Le dije que era imposible, que prácticamente me condenaba a la
mendicidad. Tras el juicio la cosa quedó así: 900 euros para los niños y 500
para ella. Me he quedado tiritando, pero cualquiera se atreve a presentar
recursos; un procurador te cobra 300 euros por llevarte un papel. El divorcio
es para gente rica. Naturalmente mi ex mujer se quedó con la casa (ella tenía
la propiedad y compartíamos el usufructo por contrato) y yo ahora vivo con mis
padres en una habitación de siete metros cuadrados. Tengo que colgar la ropa en
escarpias. Ella vendió el piso y emigró al sur, así que ahora veo a los chicos
de pascuas a ramos. Me he comprado una consola para jugar online con mi hijo y
también me encuentro con su avatar en Habbo, una especie de Second Life
juvenil, porque hacerlo en el mundo real es casi imposible. Una relación de lo
más virtual. El exceso de horas en el taxi me ha provocado una lumbociática que
requiere rehabilitación permanente. Un pringado. Hay tipos malos, malísimos...
pero yo soy un pringado».
Las rupturas provocan situaciones esperpénticas. Es el caso de Carlos. «Mi ex se fue hace diez años, pero el
abandono del domicilio conyugal tiene diferente interpretación en el caso de
que lo realice una mujer. Así que fui yo, con cuarenta y tantos años de edad,
el que al final tuve que dejar el piso e irme a vivir con mi madre. Mi
municipio sacó una oferta de viviendas monoparentales y ahí vi mi oportunidad
de emanciparme de nuevo, pero me rechazaron porque soy copropietario de la casa
que habitan mi ex y mi hija, aunque el usufructo me haya sido retirado. Tuve
que emprender una batalla legal para que finalmente me aceptaran en la
promoción».
La señora Doubtfire
española
«Cuántos pleitos nos
ahorraríamos, y cuántas denuncias en este juzgado, sin ir más lejos, si la
custodia fuera compartida por ley, y hubiera que probar la incapacidad de uno
de los progenitores o su desinterés en la crianza para acordar otra cosa. Como
pasa en Francia, en Italia y en otras muchas partes. Impediría que los niños
fueran utilizados, y disminuiría algo el resentimiento que al final, mezclado
con la mala educación que en este país tienen muchos hombres, pero tampoco
perdamos de vista a las mujeres, acaba causando los desastres con los que tengo
que bregar a diario». La frase es de la juez Saldaña, uno de los personajes de la novela «La estrategia del agua», de Lorenzo
Silva, un libro basado en un hecho real y dedicado a «todos los padres que luchan, en condiciones adversas, para seguir
cuidando de sus hijos».
Juan Luis Rubio, presidente de la Asociación de Padres de Familia Separados
(APFS), también ha pasado lo suyo. «Mi ex
se lió con un amigo común. Llegamos a un acuerdo amistoso, o eso pensaba,
porque la cosa se complicó. Cuando pasaba a recoger a mis hijos a su casa o no
estaban o no querían bajar. Un día su madre los acompañó para que me dijeran
que no querían verme nunca más. Así que con el tiempo adopté varios disfraces
para poder estar con ellos. La prensa me puso el mote de “la señora Doubtfire
española”. Hoy la relación con los dos mayores está rota por completo, aunque
sí me veo con mi hija pequeña». Su experiencia traumática le animó a fundar
la APFS en marzo de 1993.
Custodia compartida
«Se perciben aires de
cambio», señala Rubio. «En países de nuestro
entorno lo extraordinario es lo contrario de lo que sucede aquí. En España los
jueces aplican una ley que, en esencia, consiste en esto: la mujer en casa con
la pata quebrada y el hombre asume los gastos. La sociedad va por delante de lo
que perpetran los políticos. Hemos denunciado al Gobierno ante en Tribunal de
Estrasburgo porque no cumple la legislación sobre los derechos del niño».
«Había un millar de
asociaciones para la protección de las mujeres, y ninguna de estas
características», añade. «Pero no es una asociación
sexista; a lo largo de estos años hemos ayudado a muchas féminas. Es apolítica
y aconfesional. En el inicio éramos cuatro y ahora somos más de 22.000
asociados y colaboradores en todo el territorio español. Solo en Madrid hemos
atendido a más de 40.000 personas». Él mismo participa en un programa de
radio, junto con un juez y un abogado, para explorar salidas más justas a los
dramas familiares. En Aragón ya se aplica la custodia compartida de forma
prioritaria, y otras comunidades autónomas meditan el asunto. El Parlamento de
Cataluña aprobó recientemente la Ley del Libro Segundo del Código Civil catalán
relativo al derecho de familia; prevé cambios como que la custodia compartida
sea otorgada de forma preferente, pero no por defecto (como sí se hace en
Aragón), ya que habrá condicionantes. Es decir, si no hay un acuerdo entre los
progenitores será el juez quien decida cuál de los dos asume la guarda de los
hijos menores. Las parejas deberán presentar un «plan de parentalidad» en el que figuren las propuestas de cada uno
sobre la custodia de los hijos y su participación en la crianza y educación. La
reforma entrará en vigor en enero de 2011.
España es el país de la UE que ha registrado un mayor incremento de
divorcios en la última década (un 205 por 100), pasando de 36.072 en 1998 a
110.036 en 2008, según el Instituto de Política Familiar. Durante 2008 se
produjo un divorcio cada 31 segundos en la Europa de los 27, es decir, 115 por
hora y 2.761 por día, hasta superar el millón anual. Bélgica, España y Hungría
lideran esta estadística, ya que por cada tres matrimonios que se forman se
rompen dos. En nuestro país la crisis económica ha obligado a muchas parejas a
«aguantarse»: según datos de los tribunales de justicia, en 2009 bajó el número
de rupturas en la mayoría de comunidades autónomas.
Fuente: http://www.abc.es/20100822/sociedad/divorciados-201008220004.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario